La primera vez que vi a un conferencista fue cuando tenía 8 años, en un evento empresarial al que acompañé a mis papás. La verdad, no recuerdo de qué hablaba, pero tengo muy claro que no solo yo estaba cautivada; las personas en el salón, que no eran pocas, también lo estaban.
Tal vez no entendía una sola palabra de lo que decía, pero me encantó verlo y vivir la experiencia. Tanto que, muchos años después, aún lo recuerdo. Pensé que quizá algún día yo podría hacer algo similar y comencé a cuestionar a mi mamá: ¿Qué necesito para dar conferencias? ¿Qué debo estudiar? ¿Qué tengo que aprender? Mi mamá solo me contestó: "necesitas estudiar mucho".
Y eso es algo que he venido haciendo. Mi fascinación por hablar en público me ha motivado a aprender y reaprender. Ha sido toda una aventura, que me ha despertado muchas preguntas, algunas sin respuestas concretas.
Hoy quiero compartir contigo una de las preguntas que más vueltas me ha dado en la cabeza:
¿Qué hace realmente bueno a un comunicador?
Por mucho tiempo pensé que la técnica lo era todo. Como mencioné en la entrega anterior, El lugar donde todo inicia, ser bueno en algo empieza por la mentalidad, porque sin la mentalidad adecuada, la técnica no sirve de mucho.
No quiero restarle importancia a las técnicas de lenguaje no verbal o imagen vocal para comunicar. Aprenderlas y aplicarlas es útil y también apasionante, pero lleva un orden.
Si la técnica no es el factor determinante para ser un buen comunicador, ¿qué podría ser?
He leído e investigado mucho al respecto. Una comunicación memorable y de impacto surge de adentro hacia afuera. Esa "magia" que parecen tener los grandes comunicadores ocurre cuando su mensaje está conectado con su propósito.
Como dice John C. Maxwell: "Muchos comunican; pocos conectan." Porque comunicar se trata de transmitir emociones, no solo palabras.
Conectar nuestro propósito con nuestra comunicación nos permite expresar el verdadero significado de lo que queremos decir.
Entonces, ¿cómo llevar esto a un terreno práctico? ¿Cómo se construye un mensaje desde nuestro propósito?
Estas preguntas me llevaron al libro de Simon Sinek, Empieza con el porqué (2009).
Simon Sinek desarrolló el concepto del Círculo de Oro como un marco para explicar cómo los líderes y empresas pueden conectar profundamente con su audiencia al comunicar sus ideas, productos o propósitos. Este modelo se basa en tres círculos concéntricos: Porqué (Why), Cómo (How) y Qué (What), y nos invita a empezar a comunicar desde adentro hacia afuera.
Veamos cómo funciona y cómo puedes aplicarlo al hablar en público:
Por qué (Why): La razón profunda detrás de tu mensaje.
El Por qué representa tu propósito o razón de ser. Cuando comunicas desde este punto, estás compartiendo lo que te motiva y te apasiona. Aquí es donde conectas emocionalmente con tu audiencia desde la autenticidad.
Antes de crear tu discurso o presentación, pregúntate: ¿por qué quiero comunicar este mensaje? Reflexiona sobre el valor o impacto que esperas generar en tu audiencia.
Quizá tu por qué sea ayudar a otros a resolver un problema, inspirar a que tomen acción o compartir un conocimiento significativo para ti. Al tener claro este propósito, tu mensaje tendrá una carga emocional que captará la atención y el interés de tu audiencia desde el inicio.
Cómo (How): La manera en que lo haces.
El Cómo hace referencia a la forma en que haces las cosas. Este aspecto es crucial en la comunicación, pues representa el cómo abordarás y presentarás tu mensaje para que sea efectivo y coherente.
Teniendo claro el porqué, el siguiente paso es identificar cómo quieres que tu mensaje llegue a la audiencia. Esto puede incluir el tono que usarás, las historias que compartirás, las técnicas de lenguaje corporal o vocal que emplearás, y cómo adaptarás tu presentación a las expectativas y contexto de la audiencia. Trabajar en el cómo asegura que tu presentación sea auténtica y estructurada.
Qué (What): El contenido concreto de tu mensaje
Finalmente, el Qué es la parte más visible: se trata del contenido de tu discurso, de qué dices, los datos o hechos que presentas y la información que compartes. Muchas personas comienzan su preparación desde aquí, pero, según Sinek, comenzar con el qué puede hacer que tu mensaje se sienta distante.
Con el propósito (por qué) y el cómo definidos, es momento de estructurar el contenido concreto de tu presentación. Piensa en las ideas clave que quieres transmitir, cómo resumirlas de manera clara y relevante, y qué ejemplos o historias podrían ayudar a ilustrarlas.
Algo que distingue a los grandes comunicadores es justamente la capacidad que tienen para generar una conexión emocional con la audiencia. El por qué es también un manifiesto de nuestras creencias y motivaciones, aquello que tenemos para dar al mundo y, tal vez, nuestro legado.
Los líderes comunican desde una mentalidad de crecimiento y con un propósito que los guía, y así es como logran inspirar e influenciar a otros.
Hablar en público no se trata solo de transmitir ideas; es compartir aquello que te mueve y hacerlo de manera auténtica.
Que tu propósito sea la chispa que encienda cada palabra que compartas.
Con cariño,
Janet.